El miedo, ya lo habrás oído / leído mil veces, es una emoción necesaria.
Una que no está aquí para jodernos la vida, mientras se frota las manitas y ríe maliciosamente dentro de nuestro cerebro.
Todo lo contrario. Como todas las emociones, aparece para ayudarnos a seguir como poco vivos y, a ser posible, vivos y bien. Sin miedo, no duraríamos en el planeta ni medio minuto.
Pero aun con toda su buena intención, muchas veces nos perjudica más de lo que nos ayuda.
¿Por qué? Porque el miedo no sabe diferenciar las amenazas reales de las imaginarias. Ante cualquier cosa que considere que puede poner en peligro tu bienestar, se activa y te lleva a luchar, huir o paralizarte.
Cuando llevamos esto al mundo del emprendimiento y los negocios, nos encontramos con el rey de reyes: el miedo al fracaso.
Según el último informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor), en España el miedo al fracaso es un obstáculo para emprender para el 61% de las personas y un limitador para el 42% de los emprendedores.
Unos puntos arriba o abajo, la mitad de los dos todos de la muestra.
Ahí es nada.
Así que, por si formas parte de cualquiera de los dos porcentajes, hoy quiero compartir contigo algo que puede ayudarte a superar este miedo.
Mi fórmula para superar el miedo al fracaso
Y digo lo de ‘mi’, porque es la que yo uso desde hace años. No quiero decir que la haya inventado yo.
Estaría bueno.
A lo que voy, que lo que he comprobado a lo largo de mi vida que más ayuda a tomar decisiones, a pesar y por encima del miedo al fracaso, es hacerse una pregunta.
¿Qué es lo peor que podría pasar si no sale bien?
Esta pregunta te lleva a hacer un viaje mental al peor escenario posible en el que podrías verte, en el caso de que tras tomar esa decisión, las cosas fueran regular tirando a mal.
A veces, ese escenario es inconcebible. No te puedes arriesgar a llegar allí. Y tomar consciencia de ello, es clave para no tomar ninguna decisión que pueda llevarte hasta él.
Pero otras muchas, el peor escenario no es para tanto.
Es feo, sí. Preferirías no tener que pisarlo nunca, sí. Pero no es para tanto.
En estas segundas veces, la toma de consciencia se convierte en la mejor aliada para actuar pese al miedo.
¿Qué es lo peor que podría pasar si emprendes y fracasas?
Pongamos un primer supuesto.
Para montar tu negocio tendrías que invertir casi todo el dinero del que dispones y te quedarías prácticamente a cero. Tienes una hipoteca, dos hijos, tres perros y la economía familiar depende de ti. Si no consigues clientes desde el primer minuto, a dos meses vista no podrás cubrir los gastos mínimos.
El peor escenario en este caso, estaría tan a la vuelta de la esquina y podría ser tan desastroso, que tu miedo al fracaso tiene más razón que un santo.
Escúchale.
Vayamos a un segundo supuesto.
Tienes un colchón económico que te permite invertir en tu proyecto y mantener tus gastos cubiertos unos cuantos meses, aunque no te entre dinero mientras el negocio va arrancando. Si en un año no has conseguido varios clientes, tendrías que volver a buscar un trabajo por cuenta ajena.
En este caso, el peor escenario sería volver a la situación de partida. Con menos dinero en el banco, claro. Y a cambio, con la experiencia y el aprendizaje del intento.
Además, es un escenario que con esas condiciones, hay probabilidades de que no llegue nunca.
¿Tiene sentido entonces no intentarlo por miedo al fracaso?
No te quedes en estos ejemplos. Son solo eso, ejemplos, y puede que tu situación no tenga nada que ver con ninguna de estas dos.
Pero haz este ejercicio con tu situación real y verás que llegarás a una conclusión igual de clara.
De hecho, puedes hacerlo tanto si todavía no has emprendido, como si ya tienes un negocio y el miedo al fracaso te limita para tomar nuevas decisiones, invertir, innovar o arriesgar.
La fórmula es la misma. Y funciona igual de bien.
Otra fórmula para superar el miedo al fracaso
Aunque la primera es la que más te pone los pies en la tierra, hay otra fórmula que yo uso como complemento, que también me parece canela en rama.
Porque te lleva al escenario opuesto. Y visitar ese lugar es la leche.
Esta segunda fórmula también consiste en hacerse una pregunta.
¿Y si sí? ¿Y si sí me sale bien? ¿Y si sí tuviera éxito tras tomar esta decisión?
Automáticamente, esta te lleva a imaginarte en el escenario bueno. En el top. En el mejor.
Dibujas en tu mente esa nueva situación, en la que todo ha ido bien tras actuar a pesar y por encima del miedo al fracaso que tenías y te ves ahí, tan campante, tan sonriente, diciéndote «Menos mal que lo hice, ¡qué bien ha salido todo!».
El chute de motivación que te da esa imagen le da un guantazo al miedo al fracaso.
Eso sí, como digo, creo que es una fórmula complementaria, a suministrarse preferiblemente después de la otra. En el caso de que la primera te haya hecho ver que no conseguirlo no sería tan grave, esta es la guinda del pastel para reforzar la motivación y el coraje.
Usar solo esta, sin explorar las consecuencias que podría traer que las cosas no saliesen bien, te puede llevar a encontrarte en ese escenario catastrófico que hubiera sido bueno imaginar, para evitarlo.
Y oye, que también puede pasar que te digas el ‘¿Y si sí?’, y la imagen que se dibuje no te produzca ni frío ni calor. Que directamente no te guste. O que dudes que merezca la pena arriesgar nada para llegar ahí.
Pues maravilloso.
Porque tan bueno es soltar el miedo para ir a por lo que queremos, como soltarlo porque nos damos cuenta de que nos habíamos contado -o nos habían contado- que queríamos algo, cuando realmente no es así.
Quién dice para emprender, dice para la vida
Yo llevo años haciéndome estas dos preguntas para tomar decisiones en todos los ámbitos de mi vida. Decisiones muy muy transcendentales y pequeñas-grandes decisiones, como hacer una llamada.
A mí estas dos preguntas me llevaron a emprender, sí.
Pero también me llevaron a tomar todo tipo de decisiones relacionadas con el trabajo, el amor, la familia, las amistades, las inversiones y todos los temas que te puedas imaginar.
Y sí, muchísimas veces me salió bien la jugada y otras cuantas, llegó el peor escenario que había imaginado.
Pero como ya estaba entre las posibilidades, y sabía de antemano que no era una situación letal, lo único que tuve que hacer fue buscar la mejor forma de salir de ahí.
Y siempre, con la satisfacción de haberlo intentado y la gratitud por el aprendizaje que me llevaba.
Así que, si no te he convencido para que te decidas a dar el paso de emprender (si es lo que realmente quieres y llegas a la conclusión de que puedes hacerlo), o de tomar nuevas decisiones y riesgos en tu negocio (si es lo que necesitas para prosperar), espero que haber invertido estos minutos en leerme dé sus frutos por cualquier otro lado.
Quién sabe, lo mismo ahora te decides a tener esa cita a ciegas o te vas a vivir al campo.
En lo que sea, ¡mucho éxito!
TE RELEVO LA TECLA | Si haces el ejercicio de hacerte estas preguntas, me encantará conocer los escenarios y las conclusiones a las que has llegado. ¡Anímate a compartirlas en los comentarios!